’48 by James Herbert

’48 by James Herbert

autor:James Herbert
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Terror
publicado: 1996-01-01T00:00:00+00:00


—Estás loco —me dijo—. No tenías ninguna razón para hacer eso. Yo no soy tu enemigo.

No me digné contestarle. De repente, me acordé de la pistola con la que Stern había apuntado a Cagney. Me incorporé, y Cissie volvió a agarrarme la muñeca con fuerza, pero observé con alivio que Potter había cogido del suelo la pistola del alemán.

—¿Y esto qué es? —preguntó el viejo vigilante como si nunca hubiera visto una pistola.

—Es un Colt 380 del ejército norteamericano —le informé yo, y él movió la cabeza de un lado a otro, como si siempre lo hubiera sabido—. No se lo devuelva a Stern —le advertí.

—¿De verdad crees que te iba a disparar? —Stern casi sonaba apesadumbrado—. ¿Después de todo lo que nos ha ocurrido? —Agitó las manos como si quisiera señalar hacia afuera—. Me encontré esa pistola en mi habitación y la guardé por si necesitaba protegerme. Tú habrías hecho lo mismo. ¿De verdad crees que todavía me quedan ganas de matar? Porque, si lo crees, es que realmente estás loco, Hoke.

Y, sin más, se marchó, con una mano sobre la frente herida, entró en su habitación y cerró la puerta.

Como era de esperar, la cena no fue muy agradable. Nadie tenía muchas ganas de hablar, y Stern ni siquiera se unió a nosotros. Por mí, como si no volvía a salir nunca de su habitación. Potter intentó animar el ambiente contando anécdotas de la guerra, algunas bastante graciosas y otras menos. Nos contó que una noche, mientras hacía su ronda, se había encontrado a Ed Murrow, el famoso corresponsal de guerra norteamericano, tendido sobre una alcantarilla enfrente del Savoy. Por lo visto, en vez de estar borracho como una cuba, como habría sido de esperar, estaba grabando los sonidos de las sirenas aullando en el cielo y las bombas enemigas cayendo sobre la ciudad, el auténtico sonido de la guerra, para que sus compatriotas pudieran oírlo al otro lado del Atlántico. Nos contó la brillante idea que habían tenido las autoridades al convertir algunas máscaras de gas en caretas de Mickey Mouse para que los niños no tuvieran miedo de ponérselas y que en una ocasión, mientras perseguía a dos ladrones por Covent Garden, saltaron volando por los aires al pisar una mina; por lo visto, mientras él miraba la escena boquiabierto, le cayó una pierna encima. Nos contó que una gélida madrugada en la que todo estaba cubierto de escarcha se había encontrado a una anciana de pelo blanco sentada en la cama en medio de una habitación sin techo ni paredes y que, en otra ocasión, había visto cómo el fuego de un almacén chupaba a un bombero al tirar la puerta abajo y lo abrasaba hasta calcinarle los huesos. Nos contó que una vez se había tragado el silbato que siempre llevaba encima cuando una explosión cercana lo hizo aspirar en vez de soplar, y que salvó la vida gracias al manotazo que le pegó en la espalda un inmenso voluntario de Salvamento que no entendía por qué Potter tenía la cara morada.



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